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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Dorothys, camino de nuestra ciudad Esmeralda...

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Lullaby... Sonrisas de piano... Cajita de música Danzamos, trenza a trenza, con nuestros cabellos engalanados de guirnaldas, de manillas y de nuestros piececillos en las losetas doradas del mundo de Oz... Pétalos de rosa, azahar y fragancia de hierbabuena.... Conjuramos por medio de nuestros bisbiseos y nuestras plegarias, a los sueños para que sean arroyo y alborada de tules en el vuelo de nuestras miradas niñas... en el trantran del sendero con el hombre de hojalata con el espantapájaros y con el león... Violín de ayes entre encinares robles y sauces... Guirnaldas y pinceladas de crepúsculo sonrosado donde niños hacemos cucamonas a la bruja del este, a la del oeste... donde cada recodo del sendero es una nueva oportunidad para recobrar nuestra valentía, nuestra humanidad, nuestro doble latido.... Danzamos en esta cordada en el macizo de nuestras ilusiones y nos deshojamos de los pétalos que adultos uno a uno hemos ido colgando avaros e

Mère Nature...

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http://youtu.be/bkKndGa4S6Q Guitarra, trenzas cuerdas de amanecer... trenzas hilos de luz y descorres, alborada, la cortina de la noche; Madre Naturaleza, te aquietas en cada sueño encendido o trino de colibrí, araucaria o arroyo; destrenzas los nudos de quebradas y cirros cosquilleando los cormoranes y águilas reales el cielo con sus alas... Madre Naturaleza con tus hilos de luz, y al compás de la guitarra, das pincelada a los olivos y encinares milenarios: bardos que tañen con sus copas y hojas de otoño romanzas, dancetas y valses; protagonistas también, esos jóvenes locuelos, cervatos, ánades y ardillas, que laten con tu beso, Mamá Naturaleza y con la caricia del Papá bueno en cada alisio, en cada céfiro, en cada remanso del bosque... Hogueras de luz y remanso sonrosado, al atardecer, adormeces el cielo en el rumor del agua, en el piar inquieto de las secuoyas, de arreboles que pintas pizpireta en el hocico de gazapos, jabatos y gacelas. Remos

Anochecer en Judea...

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         La mañana enciende de guirnaldas cálidas  el sendero de Judea. El sol ha ido pellizcando de aurora sembradíos y senderos por donde transitan comerciantes y peregrinos. Una niña se encuentra con Jesús, el Sembrador de caminos quien se apoya sobre su rodilla izquierda para mirarla con esa sonrisa que cimbrea de alma la alborada y las almas peregrinas por el sendero...       -Pequeña, -nuestro Sembrador de caminos le coge de las manos-, ¿por qué andas como si tuvieras todo el edificio del mundo sobre ti? Si te viera mi papaíto bueno, jajajjaj... -le despeina el cabello de hebras castañas azoradas- ¿te das cuenta de los dones extraordinarios que en ti laten? ¿te da s cuenta de la hermosura de la luz y del alma con que abrazas y proteges a tu muñeca? ¿te das cuenta de la necesidad de ser amada que hay en ti? ¿dónde se han ido los demás?      -Señor, estoy sola... -responde apenada nuestra niña.       -No te preocupes, yo tuve que quedarme solo para que millares d