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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Felices florecimientos en 2013

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      Caricia, latido, descuento de campanadas... ufffffffff... el reloj se deslíe de las horas para contar entre sus sueños, entre sus ponientes sonrosados, hombres y mujeres que sueñan, que viven, que crecen, que no dejan que palabras como crisis, matanza y desahucio les impida soñar, ser latido, florecer, ser primavera... Y entonces antes de su melodía decirte, rezarte, ser plegaria que te comunique (eso sí sin palabras, sin gestos, sin malabrarismos):            Atrapa el cielo, abre tus manos, álzate sobre tus talones, haz que el milagro de la luz, de su inmensa y maravillosa luz, aletee suavemente por tu piel, por tus manos, se deshaga entre tus dedos, se haga melodía en tu pecho, en tu dulce pecho...        Desata cometas que puedan elevarse en el cielo, haz que su colorido ilumine cual los colores de tantos y tantos seres humanos, de tantos y tantos seres vivos, el alma de cada hombre, el regazo de cada mujer, ayayyayayya...       Dame tu mano, entrelaza mis dedos entre l

Navidad, desde el nacimiento de mi almita buena en vuestras almitas buenas

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Navidad, anuda mis dedos a los globos de la ilusión, a los lazos que a ti, a ti, a ti, a ti y a mí invisiblemente nos unen... Navidad, que mi amor no sea un acorde aislado, un hogar invisible, una caricia sin memoria... que mi amor sea no obstante esos acordes que nacen en ti al tocarte, al hablarte, al escucharte sereno, al despedirte dulce..., que mi alma sea no obstante ese hogar que cálido te encuentra en tus tan oscuras y solitarias noches, que mi amor sea no obstante esa caricia que paloma agita las alas de la esperanza en tus manos, en tu rostro, en tu piel, sisisiisis... Navidad, concédenos que cada lucha interior, que cada desfallecimiento, que cada inseguridad, que cada malestar que provoquen en mí, en nosotros, cada palabra sesgada, cada yoyoísmo, cada muro de distancia... halle en nosotros un abrazo, un hogar, un beso con ansia, no una, no ciento, no miles, si no ciento de miles... Navidad, que mi almita no espere

El cuento de la pricesa y de un nacimiento

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          L l enos de acordes, llenos de esas melodías que consiguen hacer cosquillas a la noche, que llaman a la puerta de las almitas más frías, que trenzan sábanas de ternura y de manos maternales entre nuestros pechos, entre nuestros ojos, entre nuestras sonrisas y nuestros labios... S e desarrollan estas pequeñas palabras pero humildes, muuuuuuuuu humildes donde una almita trémula de frío, trémula de dolor y sufrimiento sollozaba, temblaba, y se encogía como una pequeña flor antes de despedirse y quedar recogida desmayada en el suelo.         Su almita había nacido para llegar muuuuuuuuuuu alto, su almita había nacido para alcanzar los máximos galardones, las máximas leyendas sociales...sisisiisis... Princesa, de gran belleza, y con un cabello lleno de sortijas morenas donde sus ojos castaños eran esas cordilleras que prendían en el corazón de los que miraban por primera vez en ellos una gran alma, una gran calidez... La educación que había recibido por parte

Y el niño nació entre amaneceres de Navidad...

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             Así hubo de ser el sonido, los sonidos: el viento agitando con sus dedos gélidos esa tierna postal de pesebre: el cuerpo caliente, latido, sonrisa, aurora, del niño; la mirada preocupada madre, regazo cálido, sonrisa aún trémula, manos tendidos al presente y futuro de María; la mirada protectora generosa y humilde de un San José el cayado generoso de carpintero el gesto adusto pero el corazón, su corazoncito generoso, ayayyayay....       Así hubo de ser el sonido..., los sonidos: latidos donde el alma se mece, acordes donde los sueños van y vienen llenos de paz, trenzas donde colgarse y olvidarse de los miedos, olvidarse de las cárceles que el ser humano se inventa nombra y convierte a fuerza de temerla en realidad; acordes que nos devuelven al niño que en un pesebre inventó el amor como milagro como sonrisa encuentro compartir entre los demás hombres y mu

Si un día tu almita buena, mi niño Dios…

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        Si me sentara contigo, mi niño Dios, si un día mis ojos pudieran posarse siquiera por un rato en los tuyos, si acaso mis palabras pudieran traducirse por unos instantes para alcanzarte, para rozarte siquiera, para acunarte... jolín, mi niñito bueno, me quitaría mis trajes, me quitaría las sandalias llenas de mis angustias diarias, me quitaría tanta urgencia en mis pasos, tanta necesidad creada jolín, mi niño Dios...        Si un día tus ojos se posaran en mí lloraría... serían tantas lágrimas que se han quedado colgadas en mi alma serían tantas palabras que avaro encerré en mí sin permitirlas volar palomas blancas a los ojos, a las manos de los necesitados...     Si un día fueran tus palabras las que me hablaran, si un día fuera tu voz la que acertara a escuchar se me encogerían los versos se me encogerían las melodías que como cometas lancé al cielo.