Amanecer en tres horas…




Seis de la mañana.
Rutinas de trabajo.
Amaneceres de trenes, metros,
autobuses repletos...
Trabajadores, estudiantes, personas
como únicas aves
cuyo canto quedó ahogado
entre tanto trasiego, entre tanta urgencia, ayayyaya...
Edificios, laberintos de metal y ladrillo,
que, como sombras de encinares,
olmedos y saucedos,
vislumbran los rayos de sol
aquejados sobre nuestros ojos, nuestros ojos cerrados de niños ayayyayay,

         Siete de la mañana.
Astro rey..
Luz que tiernamente hiere las nubes...
El Papá bueno espera, los brazos extendidos,
que el ser humano por una vez
por una vez se emocione con la alborada recién estrenada,
con las melodías y acordes trenzados por sus seres queridos,
con un cuerpo capaz de abrirse al milagro del agua,
al milagro de la maravilla creada para él y los seres vivos.


Ocho de la mañana...
Como una sonrisa
que nace en los labios de un niño…
como pequeñas flores
que amanece el payaso en sus manos
entre metros, edificios, calzadas,
y lugares de trabajo
por donde antes madre naturaleza
descolgara praderas, arroyos
gacelas, arboledas, aves…
se descuelgan del alma
sonrisas
para abrazar lágrimas
de amor por un ser amado ausente...
Manos
que se desprenden
de un abrigo,
de su alimento
para dar de comer a un mendigo…
Abrazos
que quiebran su ataxia
para encender hogares
en adolescentes aquejados de leucemia ayyayaya...
Latidos
donde nos desnudamos
de los adultos
para encender en nuestras retinas, manos y brazos
sonrisas donde besemos
y abracemos
por una vez solo por una vez al Papá bueno

https://www.safecreative.org/work/1304024884103-amanecer-en-tres-horas


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