Heridas de ausencias de niños en este amanecer en Siria…
que presiente el otoño…
Árboles que quiebran el cielo con sus ramas descarnadas
sin que pájaro alguno llene alborozado sus copas, aayyayyaya...
Labios niños en un pueblecito de Siria
sin oportunidad
de volver a besar los mofletes de sus padres,
bracitos sin la alegría de lanzar al aire cometas con que volar,
ojos sin la luz ni la belleza de un nuevo amanecer
en los ojos de su mamá y su papá...
palabras que no volverán a cruzar un te quiero, no una no ciento,
no miles, si no ciento de miles....
Heridas de ausencias en este amanecer
que presiente el otoño…
El Papá bueno no puede,
no puede dejar de guardar
algo de esperanza para este ser humano...
porque a pesar de tantas huidas
de tanta barbarie…
siempre guarda en la memoria
los ojos de niño de este ser humano al nacer
los hociqueos gráciles de los demás seres vivos
las copas de los árboles
y cantos de aves tendiendo sus alboradas
ante su nacimiento hace ya...;
siempre manifiesta en sus lágrimas
un amor sin fisuras
un amor que espera el regreso
del hijo pródigo
que aguarda que sus bracitos
su mirada
su almita, su aayyayyay, almita buena
se desnuden de sus trajes
de sus disfraces
y le abrace, le abrace por fin
y que llore llore por fin...
Al igual que en esta mañana que presiente el otoño,
Él ahora besa y llora por estos niños, ayayayya.
De Pruden Tercero Nieto, septiembre de 2013
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