Abrázame y vierte tus rosas blancas sobre nuestros corazones

      Sigue tu cielo, déjate llevar por el hermano viento que da vigor a tus alas, sonríe desde el cielo, sonríe con la fuerza de tu niña interior y grita, chilla con fuerza, las pequeñas prisiones donde estuvo encerrada tu alma son hoy pequeños grillos que ensordecen tu cabeza sin que tu corazón y el alma niña de tu Mariita se rinda.       Vuela, sí vuela, dejá que estas alas aleteen suaves sobre tus nidos, sí sobre tu Isma, sobre tu Miri, deja que estas alas sean olas, sean acordes, sean esas campanillas de amor con que te abres a los necesitados, en especial a este necesitado como soy yo.      Sonríe, deja que el calor de tantas madres buenas unte tu pecho blanco de esos besos con alma con que prender los corazoncitos necesitados, las miradas llenas de amargura y los brazos llenos de soledad...         Mírame, mamá buena, enciende de amaneceres estas manos necesitadas de ternura, enciende de ponientes anaranjados las mejillas llenas del frío de las palabras sesgadas.      Abrázame, por fin, acúname, mira cómo la noche vierte sus rosas blancas sobre nuestros pequeños corazones mira cómo tus alas blancas descansan una vez más sobre el pecho donde reposan no una, ni ciento, ni miles, si no ciento de miles cada una de las flores: margaritas, alhelíes, rosas, jazmines que tus alas blancas sonríen, florecen, renacen y primaverean en mí, buenas noches, mi María, mi mucha María

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