A la luz de tu candil


Sonrisas y voces, trémulas un instante,
Y después se dejan caer entre los recuerdos.
Ahí, triste y payaso a la vez,
Multiplicas tus piruetas.

Si vieran los pantalones bombachos,
Los zapatos blancos, el reflejo en tu sonrisa
De los ojos de niño, en especial de esa niña
Con una margarita en el pelo...

Y tú permaneces callado y sales de nuevo.
Detrás de tu biombo de payaso,
Tu mismo oficio: el espectáculo.

Melodía de gracias, lamentos y...
Más escondido en tu amplia sonrisa de payaso,
Aquel nombre, al fin y al cabo.

Sí, ahora en tus ojos,
Un asomo de la mirada de payaso;
Ahora, esbozo, asomo, vislumbre de tea encendida
Y tú mismo, encendidas todas y cada una
De las voces de niño
-niño, tú también o, al menos, aspirante
de niño- hagas el clic
interno entre el salto y el vacío.

Payaso,
Encendido remiendo entre realidad
y deseos, cuya realidad añade
 demasiados parches a tu traje de oficio.

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