Amaneceres que quiere encender el violín

             Con el piano tanteando los primeros acordes del amanecer, el violín inicia su danza nostálgica con nuestro corazón, cada rasgueo de su alma nos late, nos traslada a otro lugar, a otros ojos, a otros rostros, a otros amaneceres que observamos en su mirada... 

            La nueva realidad comienza su danza milagrosa en cada uno de los seres vivos, en la salud de aquellos que nos rodean, en el mar azul cielo que se abre a nuestros ojos, en el regalo infinito que podemos hacer a cada uno de los que nos rodean en forma de sonrisa, ternura, alma, brazos tendidos, olas en movimiento...pero el violín se niega, nos arrastra, como si todo eso no importara, como si toda esa maravilla no tuviera sentido si el ser amado no está aquí... como si ese regalo que nos hizo el papá bueno se nos tiñera de luto por ese mar que nos deja tendidos en la orilla... reconocemos el latido, claro que lo reconocemos, es el doble latido que nos late en nuestras manos, es el doble latido que nos late en nuestros labios, es el latido que nos late en el pecho, dentro, muuuuuu dentro....       

           La gaita, instrumento musical folclórico, posee la capacidad de devolvernos al pasado, de mostrar al ser amado en nuestros brazos y al mismo tiempo ser una sonrisa que se abre al horizonte con timbres de esperanza, de nuevos amaneceres, de nuevos anocheceres, donde abrazado a su cuerpo repita una y otra vez su nombre, una y otra vez su nombre, besando sus ojos, acunándonos en la suave y cálida orilla de su pecho.... La noche, con este sonido que abre ventanas a la esperanza, con estas olas que nos quieren aupar, se enciende,   no obstante, con cada una de las sonrisas, ternuras, abrazos, que a duras penas conseguimos encender, acallando por un momento su suspiro musical. Buenas noches.