El tambor
¿Habéis visto cómo si quiere la luna se apaga?
¿habéis oído cómo las estrellas, lunares ardientes, buscan
Tras el oro de sus trenzas los ojos de plata?
¿Habéis soñado, acaso, cómo derriba las alas el sol?
Todo se vuelve oscuro
Cuando tú, poeta, no encuentras las palabras,
Cuando el olvido, regalo maldito, me acaricia,
Cuando tú, mujer, eres esa nave que despierta de Ítaca
Para dormir entre Esquila y Caribdis.
Ayer oí voces...
Ayer, entre los cantos del mar,
El pincel inventó nuevos colores,
La rosa deshojó sus pétalos en tu desnuda piel, mujer.
Hoy, sombra entre sombras,
Me estremezco desnudo en la jaula.
Las manos, mudas, tañen
El tambor del siguiente amanecer.
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Mira el tambor...
Tantos dedos le han entregado tanto,
Que su piel escucha insensible el llanto del hombre.
¿Por qué la luna, flujo incandescente,
Y los lunares del cielo –respóndeme con voz trémula-
Me gritan en esta jaula?
¿Por qué el hombre alza las manos tras la ventana
-continúa tu canción- si de nuevo ha de caer al suelo vencido?
¿Dónde están los arcanos?
¿Dónde los poetas que moldearon y elevaron sus alas?
Sus labios se abren para responder,
Pero su viejo tañido sólo responde la angustia del hombre.
El tambor enmudece ahora.
El hombre gris corre
El hombre gris corre
tras el humo con sus dedos de sueño…
Ícaro, húmedas sus alas todavía, despierta.
Puedes verlo, nombre,
Entre los sedosos senos del agua,
Mientras se despereza de su silencio anterior.
Puedes verlo
Entre lazos e hilos de antigua realidad,
Mientras su cuerpo se desata de sueños.
¿Por qué no?
Los ojos cerrados pueden volver a abrirse
Y, en un tímido beso entre párpados y objetos,
Aprehender esa música que, libre por primera vez,
Se deslice entre las alas del nombre.
¿Has oído, Ícaro?
Habías cerrado los ojos y la rosa seguía deshojando nuevos pétalos.
Y, sin embargo, todavía escucho el tambor.
Ese tambor que provoca humo,
Ese tamb que confunde realidad,
Ese tam que dejan a su paso las huellas del hombre gris.
Ya que la realidad canta de nuevo en mis alas
Permite que su vuelo sea la granada abierta:
Ese grito explosivo de nombres.
Estas palabras descansan ahora de su oficio...
El tambor olvida su grito lejano;
Las alas se reconocen, tantean…
Y el nombre, aquel nombre,
Vuelve a ser un eco entre mis labios tus labios.
Una hermosa leyenda querido Pruden bello relato y las imágenes están muy adog con el escrito, una armónica entrada.
ResponderEliminarBesitos de luz, que tengas un lindo domingo.
Hola Pruden!!
ResponderEliminarVeo tanta sensibilidad,que me da temor romper el encanto de leerte,prefiero seguir haciéndolo...
Gracias por tu imaginación y sensibilidad.
Un abrazo
Bellisimo relato y las imagenes escogidas preciosas,, te felicito porque escribes muy bien^^
ResponderEliminarUn abrazo
Tus palabras encierran mucha sensibilidad en este escrito, Pruden.
ResponderEliminarLos ojos se abren y las almas se unen con la música, con el sonido del tambor, con las pinceladas de tus letras deslizadas con tus dedos, y mientras las alas vuelan muy lejos, nuestras miradas se quedan aquí, posadas en tus letras, con un beso.
Perteneciente también a un periodo anterior a Candil de payaso, es un poema relativamente juvenil donde se expresa el amor como liberador o su ausencia como causa del silencio, del abajamiento... Gracias por leerlo
ResponderEliminar* Gladys, gracias por estar ahí, y por dejarte llevar por estos versos juveniles, besos
* Estrella, bienvenida y gracias por dejarte llevar por estas olas, espero que algo tengamos que contarte, besos
* Gracias, Luna, ya sabes dónde estamos, besos
* Gracias, Carla, gracias por sumarte siempre tan generosamente mediante tu sensibilidad y tus palabras a estas olas, besossssssss