Los dones maravillosos desde el albor de los tiempos

           Como olas que buscan en la alta mar  coger de la mano, como bellas alas que nos sobrevuelan rozando nuestros ojos y nuestros labios así son las melodías (en forma de sintetizador) y palabras dulces con que esta composición nos saluda desde esta piecicita religiosa de Paul Schwartz, llamada Angelica de su obra State of Grace... Anterior a la invención de la palabra, anterior a la capacidad de fabular del ser humano, esta composición se llena con la esencia y la verdad honda que se encuentra en las montañas, en los ríos, en los amaneceres, en los arcoiris, en los ojos de los  seres vivos que asisten a  los amaneceres jóvenes de la madre naturaleza, en las primeras manos que descubrieron la capacidad de unirse a otras manos para sembrar, para crecer, para acariciar, para ahuyentar la soledad, para aliviar el cansancio de la tierra...

          El violín siembra sus latidos en nuestro pecho al mismo tiempo que nuestros ojos se abren una vez más para asistir a la maravilla de la creación e, inevitablemente, a las primeras sombras del ser humano, a las primeras abajadas a la orilla de las primeras olas, a  las primeras vendas que desde edad muuuuuuuu temprana aprendió a ponerse el ser humano, para no ver, no escuchar, no tocar, no oler, a los demás seres vivos y respirar el aire viciado de la soledad y de los yoyoísmos... 

          Las palabras, alma, llenas de tierra, de mamá naturaleza, con que continúa esta canción,  levantan las manos para humildemente ofrecer los frutos al papá bueno, frutos humildes, de estos  primeros serer humanos como la bondad, la ternura, la humildad, la sonrisa que se enciende golosa en los labios de los demás, la ternura con que estas manos alejaron los miedos y los dolores de otros  ojos, con que inscribieron las primeras estrellas  en la mirada alma de los demás...   

           El violín, asímismo, colabora en ese ejercicio de transportarnos a un pasado más reciente,  a esos ecos que despiertan latidos en nuestra alma, a esas sombras que nos pegan mordiscos en nuestra alma, para abrir esta vez, gracias a estas palabras hondas, hijas de la madre naturaleza y de nuestro papá bueno, que se unen a la melodía del violín,  para volver a besar a un ya adulto ser humano (y a nosotros con él) para  limpiar nuestras miradas, para volver a dar calor a nuestros pechos, para  nombrar con  las palabras de las montañas, de los ríos, de los primeros seres vivos, cada regalo, cada don maravilloso con que nos regalaron desde el albor de los tiempos... Buenas noches.