El pequeño milagro.


          Hoy tienes un nuevo día, puedes hacer como si no importara, puedes dedicarte a otras cosas, puedes esconderte, puedes echarte en cama y decir que no puedes, que estás harto (o harta),... 
         No dejará de pulsar -parece decirnos la música que nos acompaña- la melodía de cada planta, de cada ser vivo, no dejará de pulsar con su energía cada uno de los milagros que te rodean, no dejará de encender el horno vital de las personas que te rodean, no dejará de asomarse en tus ojos la maravilla de cada anochecer, de cada amanecer, del aire que llena y da vida a tus pulmones... 
       O puedes abrir los ojos -¿escuchas el sonido del arroyo, nuevamente? ¿eres capaz de apreciar todos y cada uno de los colores que he dispuesto para ti? ¿eres capaz de asomarte a los ojos de los demás con el don tan maravilloso que te he entregado? (parece decirnos la madre naturaleza, con la dulzura y magia que nos besa suave mediante los latidos musicales de esta composición)-,  puedes mirar a cada una de las personas, puedes escuchar cada una de las necesidades, puedes coger de la mano a quien se siente solo, puedes escuchar a quien sólo habla con la soledad, puedes hablar tierno a quien sólo está acostumbrado a las voces, puedes besar a quien sólo está acostumbrado a recibir palos...
       En fin, -la voz del río parece amansarse en nuestros latidos y llenarse de vida, al igual que da término esta composición, latido y alma, vida y comunión- ¿a qué esperas? Levántate, serena tus miedos, tus dolores, porque nada hay más bello que compartir un nuevo día contigo con tu alma, con tu amor, gracias (la voz del río se adormece suave en nuestra alma mientras nos ponemos en movimiento).

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