A solas por tus calles, Jaén
Mientras, una a una, me desprendo
De la sonrisa, de los tirantes, del pantalón
Bombacho, del paraguas, de los zapatos
Y, cómo no, de mi nariz morcillona.
Hoy quiero, candil, prendarme
De nuevos recuerdos, globos de ilusión
Cuya impresión perdure
Un solo instante y, después,
Un cálido y sincero recuerdo.
Quizás sea el paraguas,
Candil, entre tantos ojos abiertos.
Quizás la pereza de este payaso
Quien no pueda suscitarte trémula.
Palomas hay que ha abrazado mi cuerpo,
Sonrisas que, encendidas ayer
Recorren aún la soledad de este cuarto.
En las calles despiertas de esta ciudad adoptiva
Y pulsas, mientras recorres sus paseos y sus gentes
El pálpito escondido, la trémula huella
Que sumar nuevamente a la trouppe de mi roulotte.
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Resulta difícil, te dices,
Así lo confirman la lentitud de tus movimientos,
Encender este nuevo candil,
Mientras quedan desmadejadas
Las prendas del humilde oficio,
Bien, no obstante, cierto orgullo.
¡Cómo olvidar las otras llamas!
¡Cómo, acaso, dejar de escuchar
aunque te tapes los oídos,
la voz del río!
¡Cómo -te dices- no pulsar
de nuevo, entre acuciado y nostálgico,
el nombre!
El candil chisporrotea
Y despereza su luz
En la huida terca y lenta
De aquellos nombres: el tuyo,
El tuyo también,
Pricesa del cielo, susurro inevitable;
Existen otros, ¿recuerdas?, negros
Duendes no invocados.
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¿Te das cuenta, nueva ciudad compañera?
Aún no has dicho tu nombre,
¿no es cierto? Las manos se dirigen
a este candil de luz, sin llegar a rozarlo
del todo.
El negror de tu castillo de Santa Catalina,
El andamiaje árabe de sus alturas.
Ahora miro directamente al espejo
De tus ojos, ya menos payaso y más hombre.
Y aún así no te conozco.
Prefiero, compréndelo así, candil,
Recorrer una vez más tus calles buscándote,
Buscándola.
Sí, toda ciudad –estoy
Convencido- tiene sus santos: Iglesia
Encontradiza de San Ildefonso,
Ofrenda orfebre de tu Catedral,
De tu Inmaculada, cuán castellana
E íntima, te representas,
De tu Padre Jesús Nazareno, cada vez más mío,
Decidido y Abuelo, de tu atractiva y atrayente
Virgen de la Capilla,
Una vez sueño y al paso de mis huellas y mis
recuerdos
Cómo no nombrarte a ti,
Mendiga y pieza más del candil,
En tu sonrisa aún dulcemente triste,
Prefiero pensar ligada a esta tierra andaluza,
Si bien, a veces presagio de limosna pretendida,
Si bien siempre paz y belleza imprecisas,
Hoy quiero, candil,
Rezarte y cantar tu nueva luz
Al calor de esta ciudad jiennense
Y susurrarte -si mantienes
Próximos e íntimos tus oídos-
La ilusión y candor de este payaso.
Hola. me ha encantado la musica. y todo tu arte, es hermoso saber que tu alma escribe maravilloso.
ResponderEliminarbesitos .
Muchas gracias por unirte y por encontrar maravilloso el blog, ya he dicho que es tan parte mío como vuestro y me gustaría que entre todos le diéramos vida, saludos, "lluvia"
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