Porque desde la creación, desde el ánimo, desde el compartir crecemos. Desde el convencimiento de nuestra hermandad con la naturaleza a la que pertenecemos y tanto debemos. Desde la confianza que nos da, en nuestra alma, el reconocer la vida, el compartir, el entregarnos con generosidad a los demás, el valorar cada persona como un tesoro y no como una amenaza, el ser hogar para los que nos rodean, el ser tierra que necesita de nuestra alegría, de nuestra sonrisa, de nuestra capacidad de sorprendernos y de enamorarnos de lo que nos rodea, de nuestra ternura, etc, para ser alma, para dar fruto que vuelva a la tierra en forma de semilla que dé fruto a otros árboles, que sean nido de unos pájaros, que sean madre volcada en polluelos. Yo, como dice el texto, también quiero ser pájaro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

balandros en un mar de latidos...

No te rindas, Mario Benedetti